Esa es la ley suprema, la ley que todo lo rige, la que todo lo armoniza: el ritmo; es amor, y si sabemos cumplir con esa ley, todo lo demás se nos dará por añadidura... Pero es preciso no perder nuestra divisa: Haz lo que quieras. Es decir, haz lo que sea tu voluntad. Cumple como entiendas.
Procede como te plazca. Pero. . . Siempre dentro de ese grandioso mandamiento del amor. Nuestro propio maestro, nuestro ego interno, quiere AMAR constantemente. Constantemente quiere ARMONÍA. Pugna en todo momento por encontrar su propia nota. Lucha entre las distintas tonalidades del diapasón. Hasta que un día una de ellas, la más precisa, la única, vibre en toda su extensión monocorde y sea su ritmo
AMOR AMOR AMOR
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